La pregunta de la comadrona me dejó atónita.

Ahora lo recuerdo todo, como si fuera ayer. Cómo fui a las clínicas prenatales para registrarme cuando me quedé embarazada por primera vez.

Entonces era una ciudadana muy concienciada. Me hice todas las pruebas a tiempo, hice los exámenes necesarios, consulté con el médico. Cuando por fin vi que la prueba mostraba dos líneas, me puse muy contenta. Inmediatamente fui a mi médico para que me confirmara el diagnóstico. Y para asegurarse de que todo era normal. Todo estaba realmente bien y se confirmó en el diagnóstico por ecografía. Luego me indicaron que me registrara en la clínica para mujeres donde estaba inscrita.

Se suponía que una doctora iba a recibirme allí, pero estaba enferma y en su lugar me atendió una matrona. Me envió a otra doctora, que me examinó de nuevo y asintió que el embarazo estaba confirmado. Luego fui a la comadrona de mi zona para que me diera toda la documentación pertinente.

Por alguna razón, no fue muy amable.

Fue después de adivinar que su jornada laboral estaba llegando a su fin y que yo era la última en irme a casa. Lo más probable es que tuviera prisa y que ya estuviera lejos en sus pensamientos.

– Buenas tardes”, la saludé al entrar en la oficina. – Me han remitido a usted para que se registre.
– Ah, ¿quieres decir registrarte? – me miró estrictamente. – ¿Embarazada?
– ¿Hay alguna otra manera? – Me sorprendió realmente una pregunta tan ridícula que siguió a mi explicación en la entrada.
– Bueno, ¿cuánto tienes? – hizo la siguiente pregunta.
– Seis”, respondí, dándome cuenta de que se refería a su edad gestacional.

Su siguiente pregunta me sorprendió, por decirlo suavemente.

– ¿Qué te hace pensar que es un embarazo?

me pregunté, ¿es tonta o estúpida? ¿Qué clase de pregunta ridícula es esa? ¿Me lo estoy inventando? Por eso respondí con valentía:
– El médico me lo ha dicho. Ya estoy con usted después del examen. – Asentí con la cabeza a la tarjeta.

De alguna manera, este argumento no convenció a la comadrona.

– ¿Y qué?
– ¿No entiendo sus preguntas? – Estaba perdido.
– ¿Qué podía decir a una edad tan pequeña? Ni siquiera está claro todavía.

Me pregunto si son tan indiferentes a todo el mundo, o si no les importan los pacientes en absoluto. Tenía una pregunta en la lengua: “¿Tal vez justo antes del nacimiento para venir a ti? Para poder ver con seguridad y tumbarme en la mesa con la barriga, ¡mira! Mira eso”.

Pero me contuve y no dije nada. Si no, habría dicho algo ridículo, como:
– ¿Tienes dudas sobre tu embarazo? ¿O es que no te salen los pedos? ¿Has probado el tratamiento para la hinchazón?

Ese día sí que me registraron. Me dejó un mal sabor de boca. Empezaba a preguntarme si era sólo mi imaginación. ¡Quizá no esté embarazada en absoluto!

 

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