La comadrona cambió las etiquetas por una apuesta

Sophia entró en la oficina y saludó a sus compañeros. Estaban discutiendo sobre telenovelas lacrimógenas y preocupándose por los protagonistas como si fueran sus familiares.

– Había algo que discutir. Nuestra maternidad tiene sus propias telenovelas brasileñas”, dijo Sofía.

Nadie entendía a qué se refería. Sólo cinco años después todos recordaban el día y la conversación.

La matrona principal de la maternidad estaba enferma. Sus colegas la visitaban regularmente. La ayudaban en la casa, le llevaban regalos. Un día, Helena vino a preparar la cena. Terminó todas sus tareas y estaba a punto de marcharse.

– “Helena, tengo algo que decirte”, dijo la comadrona.
– ¿Qué pasa?
– Entiendo que mi hora está cerca, así que quiero limpiar mi conciencia. No puedo, me atormenta. Un día estábamos celebrando un aniversario en la maternidad, y empezamos a discutir si el neonatólogo se acuerda de los recién nacidos. Quité las etiquetas y llevé a dos bebés. El médico seguía sin saber cuál era cada uno. Lo peor es que yo también olvidé la etiqueta de quién era. No tuve tiempo de que me dieran el alta, estaba enferma. Así que mezclaron a las niñas, y son del mismo pueblo. No sé por qué no lo conté de inmediato… Probablemente, tenía miedo. Pero me ha estado pesando todos estos años.
– ¿Estás bromeando ahora?
– Me gustaría… Déjeme darle los contactos de estas mujeres y dígales la verdad. Esta es mi última petición.

Una revelación tan inesperada era difícil de comprender. ¿Cómo pudo la mejor enfermera del hospital hacer algo así?

***
Sophia y Linda crecieron con sus padres y no entendían por qué no tenían nada en común. Incluso sus personalidades eran completamente diferentes. Sophia tenía una mejor amiga que también era Sophia. Era par de su hermana Linda; habían nacido el mismo día.

Se visitaban a menudo y celebraban las fiestas. Tenían muchas cosas en común, ni siquiera la propia hermana de Sofía. Los años pasaron. Su amistad se fortaleció. Pero pronto la amiga de Sofía se fue a Italia a ganar dinero, porque no encontraba un trabajo normal en el pueblo.

***

Las enfermeras celebraban juntas todas las fiestas. Sofía era el alma de la fiesta. Estaba contando otro chiste cuando Sofía, su amiga, entró en la sala de las enfermeras.

– Vaya reunión. ¿Qué te trae por aquí? – gritó Sofía.
– Quería ver cómo estabas. Aquí tienes un regalo para ti”, sonrió.

Mientras hablaban se acercó Helena. Se quedó mirando a las dos Sophias, porque sabía por qué se parecían tanto.
– Sois como hermanas, – dijo una de las enfermeras.
– Sí, como dos guisantes en una vaina -dijo la otra-.
– Y no hay nada de qué sorprenderse… Sophia, tenemos que hablar, hay que hablar en serio -dijo Helena.

***

Al día siguiente todo el secreto iba a salir a la luz. Sophia estaba convencida de que la doctora estaba confundida en algo. ¿Cómo es que su madre no lo había adivinado? ¿No se daba cuenta de que estaba criando al hijo de otra persona? Y qué destino había unido a dos hermanas, dos cuñadas.

***

La conversación fue dura. Helena le contó todo con detalle. Entonces Sofía dijo:
– “Se lo diré a mi amiga, pero probablemente Linda no quiera saber la verdad. Y no se lo creería.
– Depende de ti. Le prometí a mi tía que se lo diría. He cumplido mi misión. No sé cómo lo hice. Debería haber puesto los puntos sobre las íes hace mucho tiempo.

***
– Sofía, ¿sabías que tú y yo somos hermanas? Mania me lo dijo. Te cambiaron por mí, – comenzó la conversación la Sofía más joven.
– Ya lo sé. Estaba a punto de decírtelo…

Hablaron toda la noche. Recordaron su infancia, su adolescencia, su juventud. A pesar de que todos los secretos habían salido a la luz, decidieron no contarlo a nadie. No dijeron ni una palabra.

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