Cuando llegué a casa del trabajo, mi mujer estaba cansada todo el tiempo. Instalé las cámaras y lo descubrí todo.

Mi mujer y yo nos conocíamos desde mucho antes de casarnos. Mi amor por ella comenzó en la escuela primaria. Nos sentamos en el mismo pupitre durante cuatro años. Ella siempre andaba con dos coletas que olían muy bien. Nos hicimos amigos y nunca le hablé de mi enamoramiento.

En mi último año, le pedí que fuéramos juntos al último baile de graduación, y ella aceptó mi invitación. Su aceptación fue una excusa para que le dijera lo que sentía.

Pero luego me dijo que sólo me trataría como a una amiga.

Me sentí muy mal, porque además de ella, no necesitaba a nadie. Estudiar en la universidad me ayudó a no pensar en la chica que amaba. Después de obtener una educación decente, conseguí un buen trabajo. Mi carrera ascendió y pronto pude comprarme un apartamento en el centro de la ciudad.

Mis compañeros y yo nos reuníamos a menudo, pero por alguna razón ella nunca venía. Siempre tuve la esperanza de verla algún día. Se rumoreaba que vivía en otra ciudad. Y entonces, en una de esas reuniones, apareció. Me alegré. Me miraban los mismos ojos que en mi infancia. Después de la reunión hubo una oferta para ir a un club a bailar, y ella aceptó. Entonces me di cuenta de que mis sentimientos por ella seguían siendo los mismos. Al final, intercambiamos contactos para seguir en contacto.

Empezamos a tener citas y, un día, volví a confesarle mi amor. Pero esta vez ella me correspondió. Me sentí la persona más feliz del mundo. Un mes después nos casamos y ella se mudó conmigo.

Mi mujer no podía encontrar un trabajo decente. Yo no veía ningún problema en ello, ya que podía mantenernos a los dos. Sobre todo porque me gustaba cómo llevaba la casa.

Pero con el tiempo, mi esposa se volvió menos activa, eché de menos su atención. Los malos pensamientos empezaron a apoderarse de mí y, tras muchas dudas, decidí instalar dos cámaras en el apartamento. Una en el pasillo y otra en el dormitorio.

Al estar en el trabajo, tardé mucho tiempo en prepararme para conectar las cámaras. Temía que mis peores temores se hicieran realidad. Pero ciertamente no esperaba ver esta imagen. Mi mujer estuvo todo el día haciendo tareas y también yendo a la tienda a por comida. No tuvo tiempo de descansar en absoluto.

Y antes de que yo llegara, comenzó a arreglarse para que yo pudiera verla hermosa. Me impresionó su devoción.

Así que le compré el más bello ramo de flores y la llevé a un restaurante. Ya allí le confesé mi baja acción. Y ella, con una sonrisa en la cara, me confesó su ilimitado amor por mí.

A partir de ese momento, mi amor por mi mujer se hizo aún más fuerte. Ella es mi rayo de sol en la ventana.

 

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Cuando llegué a casa del trabajo, mi mujer estaba cansada todo el tiempo. Instalé las cámaras y lo descubrí todo.