Esta historia me la contó una amiga muy cercana, y la escribí exactamente como la dijo. Probablemente muchos de ustedes han experimentado la sensación de que son superfluos, ya sea
en el trabajo o incluso en la familia.
Y yo también. Siempre me consideraron el último a los ojos de mis padres; para ellos, el niño querido y dorado era mi hermano pequeño. Todavía lo es.
Lo que más recuerdo de la Navidad en nuestra familia es que era Navidad. Cuando pasamos por debajo del árbol, encontramos regalos que iban dirigidos, por supuesto, no a mí, sino a mi hermano. Como siempre había juguetes, justo los que él quería. Y a mí me solían regalar un libro. Cómo envidiaba a mi hermano.
Como éramos niños, no prescindíamos de diferentes regalos dulces, salvo que mi hermano recibía castillos de chocolate y yo unas piruletas sin valor. Y lo que mi hermano quería, me lo quitaba.
Mi madre me regañaba por ello todo el tiempo. Era como si el hecho de que él se llevara la mayor parte de mi dulce regalo me convirtiera en la tacaña, no en él. Esto aún resuena hasta el día de hoy. Me dolió mucho en su momento. Y así todos los años.
Él era el que se llevaba lo mejor de todo. Vale, nuestra familia era disfuncional, pero lo teníamos todo, incluso cuando los demás no lo tenían, lo teníamos todo. Lo único era que no se reflejaba en mi ropa – todos mis trajes eran lo más modestos y baratos posibles. Y él… bueno, tenía lo que quería.
A día de hoy (ya tengo 30 años) no entiendo qué tenían en mente mis padres. Me sentí como un patito feo: inútil y sin valor. Toda mi infancia disfuncional se reflejó en mi vida consciente.
Soy muy corto, amable y siempre dispuesto a socorrer a los necesitados. Soy tan buena que puedo ser así incluso en mi propio detrimento. Y no puedo evitarlo.
Hace unos años tuve una hija, a la que adoro y trato de mimar en todo lo posible. No quiero tener un segundo hijo por la sencilla razón de que algún día uno de ellos no repetirá mi propio destino de hijo extra.
Hasta aquí la vida. Moraleja. Amo a mis padres y trato de complacerlos en todo lo que puedo, pero de alguna manera no lo hacen.
Por favor, amad a vuestros seres queridos. No dejes que lleven el yugo de la opresión y de tu indiferencia hacia ellos.