A veces, después de visitar a ciertas personas, no quieres volver.

La mayoría de nosotros salimos de visita el primer día del nuevo año. En esos días podemos incluso encontrarnos milagrosamente en compañía de completos desconocidos. Suele ocurrir así: has quedado con unos amigos en la pista de patinaje y te han ofrecido venir a casa. Vas, pero antes te aseguras de que son bienvenidos y están dispuestos a recibirte.

Me he encontrado en esta situación tres veces.

El primer caso.

Nos invitaron insistentemente a visitarnos, pero no pensábamos ir a ningún sitio. Sin embargo, las personas que nos invitaron fueron muy persistentes, y cedimos bajo su presión. Cuando llegamos, resultó que la anfitriona para poner sobre la mesa no es nada, ella descuidadamente salpicó sus manos y dijo que estamos ahora, los esfuerzos conjuntos, algo que pensar y me mueve una bolsa de patatas, dicen que la cáscara. No tenía dónde ir, y estoy en un hermoso traje de vacaciones y comenzó a pelar las patatas en la basura en el huésped. No estoy en contra de la idea de una fiesta conjunta, pero no me gustó que me pusieron antes del hecho.

Segundo caso.

Te sientas en una mesa elegante, que tiene de todo… Hay de todo: rollos de carne caliente, chuletas, filetes, ensaladas, diez tipos de ensaladas. Pero la anfitriona pone los ojos en blanco lastimosamente y te dice que está agotada y quemada hasta la muerte, ya que cocinó media noche, sin salir del fogón. Empieza a meterte las manos bajo la nariz y a frotarte la espalda tensa. Y en ese mismo momento te sientes terriblemente incómodo para comer todos esos manjares, que la anfitriona cocinó con tanta dificultad.

El tercer caso.

La mesa es aún más rica que en el segundo caso. No hay nada en la mesa: caviar rojo, caviar negro, pescado rojo, carne entreverada, ensaladas de cangrejo y calamar… La anfitriona comienza a enumerar todos los platos cocinados con indisimulado orgullo y nombra el precio de cada uno de ellos. Y tú te sientas y ardes de vergüenza, ya que sólo has traído un cuenco de aceitunas, un arenque bajo un abrigo de piel y un rollo de pan de pita. Al mismo tiempo, la anfitriona no se calla, sino que sigue contando cuánto se ha gastado en comprar tal o cual manjar, y se lamenta de lo caro que es todo hoy en día…

Con gente así evito volver a encontrarme en la misma mesa…

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A veces, después de visitar a ciertas personas, no quieres volver.