El tono del teléfono de mi cuñada cambió mis intenciones de ayudar a una joven familia con la vivienda

Vivo sola en un bonito apartamento de una habitación en el centro de la capital. Mi marido murió hace cinco años, y de mi tía heredé otro “dos habitaciones”, en otra zona menos prestigiosa, pero también con una buena distribución. Lo alquilé a inquilinos, jóvenes muy aseados, una vez al mes vengo a pagar el alquiler y a comprobar el estado del apartamento. No he tenido ninguna queja en dos años.

Cuando mi hijo se casó, él y su nuera decidieron construir una vida familiar por su cuenta, alquilaron un apartamento y empezaron a ahorrar para el primer pago de la hipoteca. No me opuse, aunque a largo plazo pensaba cederles la casa de mi tía y luego dejarles hacer lo que quisieran, venderla, hacer sus propias reparaciones, redecorar, etc.

Un año después de la boda, tuvieron un hijo, y con la llegada de mi nieto, me reforzaron aún más mis pensamientos de redactar los documentos para mi hijo. Hace una semana cambié de opinión.

Fue después de mi cumpleaños, mi 60º cumpleaños. Decidí celebrarlo de forma bonita, principalmente para mí, reservé un salón en un restaurante e invité a muchos amigos y conocidos, por supuesto, y a mi hijo y mi nuera.

Con mi nuera nos comunicamos sin problemas, es bastante emotiva por naturaleza, a veces hay arrebatos de emociones no muy positivas, y en relación conmigo, también, pero todo lo achaco a la juventud y a no recoger piedras a mis espaldas. Pero la forma en que me puso delante de todos los invitados reunidos, cambió fundamentalmente mi actitud hacia ella.

Una joven familia llegó al restaurante con un niño, está claro que una larga estancia en un ambiente bastante ruidoso de las vacaciones no podían, mi cuñada advirtió que en una hora se irán, y lo tomé con una comprensión.

Cuando estaban a punto de irse, mi cuñada no encontraba su teléfono, la seguí buscando su aparato, y para facilitar las cosas, marqué su número.

Los invitados nos vieron alborotados y se callaron un poco, y en ese momento un gruñido furioso, ladridos y aullidos de perro salieron de algún lugar del alféizar de la ventana. Todo el mundo giró la cabeza en dirección al sonido, mi nuera se cubrió de manchas rojas, corrió hacia la ventana, cogió el teléfono y apagó la llamada.

La gente que conocía la miraba a ella, luego a mí, entonces mi hermano tomó el control de la situación, empezó la música y comenzó a hacer otro brindis en mi honor, pero como dice el chiste, “algo se atascó”.

Luego, a lo largo de la velada, noté que los invitados cuchicheaban entre ellos, comentando la más que “original” llamada a la que mi cuñada había puesto mi número. Al día siguiente le pedí explicaciones a mi hijo, pues debió escuchar esos aullidos de perro más de una vez, pero mi hijo pensó que no era para tanto.

Después de eso no he tenido contacto con ellos, y he pospuesto la cuestión del regalo de la vivienda hasta tiempos mejores en nuestra relación. Como mínimo, me gustaría escuchar una disculpa básica de mi nuera y mi hijo. Si me perciben como un perro, bueno, están en su derecho…

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