Algunos pierden y otros encuentran

-¡Oh, chicas! Lo que pasó ayer, si se lo cuento a alguien, no me van a creer”, empezó a contar la niña cuando llegó al trabajo.

Trabajaba como enfermera en el hospital infantil de la ciudad, porque quería mucho a los niños y no tenía los suyos. Para ella, los niños eran un mundo diferente, en el que adoraba estar y no dejaba de sorprenderse. Tal vez porque ella misma era confiada y espontánea, como una niña y se alegraba de todo con el interminable entusiasmo de la infancia.

– Ayer volvía de mi turno. Ya es de noche a esta hora, claro que hay poca gente en los patios, pero la cuestión no es esta. Todavía no he ido a mi patio y oigo en los arbustos, alguien se mueve. Probablemente un gato o un perro pensó y de repente de los arbustos vino un ronquido. Al principio me asusté, pero luego pensé, ¿y si alguien se siente mal y necesita ayuda? Pienso, ¿de qué hay que asustarse? La hora no es tan tardía, en todo caso… Abrí los arbustos y había un joven tumbado boca abajo. Me incliné hacia él, lo puse de espaldas, huele a alcohol, le sacudí el hombro: hombre, hombre, ¿estás mal? Y me agarró por el cuello con las manos y cómo lloraba: Me siento muy bien cuando la chica está cerca, por favor ayúdame a levantarme, y me rodeó el cuello con sus brazos, y sostiene.

– Estás loco, qué pasa si algún maniático, – mi amiga no pudo soportarlo e interrumpió su relato – algún día te harán daño, eres demasiado bondadoso.
– Tranquila, déjame contarle al hombre, es interesante.
-Claro que le ayudé a levantarse, y me dijo: “Pero llévame a tu casa, te seré útil, no puedo quedarme solo hoy. Veo que el hombre no es un borracho, está decentemente vestido, y tal vez en este momento necesita apoyo.
– La chica está completamente loca. ¿Y sólo arrastra a un hombre que no conoce de la calle a su casa? Está enfermo y no está recibiendo tratamiento.

– No estoy enfermo, su esposa lo dejó. Tuvo una aventura con su jefe y luego lo dejó y el hombre se emborrachó de pena y no llegó a su casa. Resulta que vive en el patio de al lado.
– Eres una pieza de trabajo. No me sorprendería que lo dejara en su apartamento mientras estaba en el trabajo.
– No quería ir a casa. Todo le recuerda su vida pasada.
– Que es exactamente lo que necesitaba probar. Llegas a casa, eres nuestra Madre Teresa, y el apartamento ha sido limpiado.
– No hay nada que limpiar. ¿Muebles viejos y un televisor o algo así?
Y así todos volvieron a sus lugares de trabajo.

Por la noche la chica llegó a casa. Era extraño para ella tener a alguien esperándola en casa, porque había perdido a su madre hacía siete años y vivía sola.

¿”Esperando”? Qué se imaginaba, o tal vez nadie la estaba esperando. Y deseaba tanto que alguien la esperara o que ella esperara a alguien”, soñó la niña.
Cuando abrió la puerta, el corazón se le salió del pecho de la emoción.
– Llegué un poco tarde a su llegada -un hombre salió a su encuentro con rosas blancas-, gracias por no dejarme en la calle, entre los arbustos.

No recordaba cuándo los hombres le habían regalado flores, excepto, por supuesto, en el trabajo el ocho de marzo. Cuando entró en la habitación, vio que el hombre estaba preparando una cena festiva.

– Bueno, no hay mucho tiempo, pero ya voy -se afanaba y en su ajetreo, le parecía un niño, tan dulce e ingenuo, como los chicos del departamento donde ella trabajaba-.
– Todo está listo, vamos a cenar. No creas que soy tan insolente como para aprovecharme de tu amabilidad y avergonzarte, cenemos y me iré a casa. Es muy agradable estar cerca de ti. Puedo venir a verte de vez en cuando.

Y la chica, sorprendida de su propio valor, dijo de repente:
– Y quiero que te aproveches de mi amabilidad y me avergüences. No hace falta que vengas a verme. Simplemente no vayas.

Rate article
Algunos pierden y otros encuentran